¿Por qué del título? Podría escribirse mucho sobre esta disyuntiva pero, en una primera y principal instancia, la diferencia estriba en que “ahorrar” es buscar rentabilizar el dinero sin riesgo de pérdida (aparente) mientras que en el “invertir” las minusvalías pueden tomar presencia.
Históricamente el español ha sido una persona que no ha querido tomar riesgos en el camino de su dinero. Los depósitos bancarios y, como aventura, la compra de deuda pública, han sido los principales destinos de su patrimonio financiero. Ha omitido permanentemente la previsión, esto es, el colchón que puede dar “vida” en momentos de incertidumbre (paro) o de ausencia de empleo (jubilación). No ha buscado el “ganar algo más” de su dinero ni se ha preocupado por encontrar las fórmulas adecuadas. Con unos tipos de interés tradicionalmente altos, aún contando con una inflación por encima, y unas prestaciones sociales para el momento del cese laboral adecuadas ha optado por consumir antes que por rentabilizar.
La evolución de la sociedad y su futuro previsible hacen precisa la inversión. Hay que conocer los mercados de valores y, si no puede ser así, hay que confiar en asesores.
Cuando una persona enferma, se acude a un médico (pagando); cuando es necesario el derecho, se va a un abogado (pagando); cuando hay que construir una casa, se contrata a un arquitecto (pagando). Pero, ¿y cuando hay que buscar ganar algo con el ahorro? ¿A quién se acude? Normalmente a ningún profesional pues no se quiere pagar. El director de una oficina bancaria (normalmente sin preparación específica), un amigo “informado” (sin fuentes fiables) o el amigo del portero (sin comentarios) son las fuentes…
Desde este blog se pretende ilustrar sobre los activos financieros que pueden hacer que el patrimonio financiero de las familias crezca. No es una fórmula perfecta, no se van a difundir informaciones “privilegiadas” sobre una u otra acción, sencillamente, explicar lo que son los valores y su mejor uso.
Esperamos que sea de su utilidad.
